miércoles, 30 de mayo de 2012

Llaves con forma de calavera

El beso dolía como el tacto de los dedos de la muerte, estaba ávido de líquido y amor sumiso, atrapaba mi mente en las telarañas de su mundo... pero yo me hubiese dejado llevar igualmente, tuviese mi consciencia activa o no.
Entrelazé mis dedos en sus manos, mi pecho tocó el suyo. La distancia entre nuestras caras era de apenas unos milímetros.
Como el comienzo de un juego sucio, disimulé que estaba a punto de desmayarse. Él entendió la señal y siguió mi rastro con sus sentidos superdesarrollados (yo adoraba personalmente esos momentos, porque el dolor que se causa uno a sí mismo puede ser incluso excitante si hay alguien que beba esas gotas de sangre que quedan por el camino)


Ya no había ningún tipo de precaución de por medio, tanto físico como psicológico, ni licores con los que embriagar los sentidos.... Sólos él y yo, comenzamos nuestro baile en la oscuridad. ¿Quién de los dos acabaría perdiendo el alma aquella noche?
Una vez más, los colmillos buscaban, además de las ambrosías del cuerpo, todos los pensamientos, todos los latidos de mi corazón que pudiese encontrar.
Y una vez más, me dejaban de importar.

¿Quién sabe si no les he echado algún ingrediente de más?

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