jueves, 12 de abril de 2012

Los sueños podrían hacerse realidad


El barullo se hace cada vez más y más grande. Mi mente da vueltas alrededor del lugar, observando y analizando a través de mis ojos a la gente que la rodea, distraída en su baile, dando todo de sí en sus movimientos... Soy el único consciente del hechizo que invade la sala. Bueno, no estoy muy seguro de si no soy un zombie más, pero sé que al menos puedo pensar sobre ello.

Salgo de allí, aturullado y olvidado por el resto de personas. Las estrellas consiguen brillar esta noche a pesar de la invasión de la luz llamativa de las ciudades. Comienzo a andar sin un rumbo fijo, sin un objetivo claro, con sólo un runrún en mi cabeza que me manda un aviso, una señal de que alguien podría necesitar a alguien, quizás yo u otra persona, en este momento.



Pero no me detengo a buscar el origen de esa extraña sensación. Quizás sea sólo un pensamiento más en mi cabeza. Estupendo, se reproducen como conejos...
Mi andar es lento, pero no pausado. Intento apaciguar los gritos de mi cabeza, sonreír y tararear una alegre melodía que ponga ritmo a mis pasos por el camino. Comienzo incluso a pegar saltitos y a bailar, sin importarme las miradas de la gente. Bueno, hay pocos que miran. Bastante tienen con sus problemas.



Cada segundo me noto más cerca. Cada milésima de segundo siento que me estoy dirigiendo a algo, que puede que no tenga más oportunidades de aprovechar lo que se acerca... o a lo que yo me estoy acercando.
Los latidos de mi corazón acelaran y se ralentizan sin duración ni orden concreto. Mi mirada va de un lado para otro. Quiero explorar, quiero conocer mi alrededor. Quiero saber qué es lo que ha pasado. Quiero saber qué hacer con mi vida. Quiero saber cómo vivir este momento y a la vez no quiero vivirlo, porque no sé si saldrá bien, si funciona, si moriré en el intento... Puedo estar todo lo seguro que quieras sobre cómo quiero hacer las cosas, pero para eso están estos instantes de duda... para hacerme consciente de lo que está ocurriendo.



De repente, nuestras miradas se cruzan.
Puedo distinguir su silueta decaída pero aun así con pequeños brillos iluminándole. Sus brazos rodeándole a él mismo, no teniendo a alguien más que lo haga. Sus pies formando líneas que cruzan las baldosas del suelo. La sonrisa que busca la confianza en que todo podría ir bien por una vez. Sus ojos mirándome y viendo quién soy y qué hacemos en ese lugar, en ese momento, en esa situación, cerca del otro.
Entonces sé que era esa persona quien me llamaba, quien también necesita tener a alguien que le recuerde que puede ser fuerte y afrontar lo que le espera, dejar de sentirse tan solitario en este mundo.
Algo se activa en mí...


...y esta vez sí me detengo a pensar. Pero no por mucho tiempo.
Doy el paso definitivo, en dirección a él. Y el cristal invisible que nos separa cae en pedazos. Le ayudo a levantarse y le conduzco lentamente hasta su hábitat de sueño, con él apoyado en mi brazo.
Cuando llego hasta allí, intento marcharme, sabiendo que he cumplido con mi misión, que no necesito que me diga "gracias" ni "¿quién coño eres?", que con que esté más seguro me basta.
Pero entonces algo me agarra. Es su mano. Me giro y volvemos a mirarnos. Veo un atisbo de agradecidimiento en su mirada endormecida, y creo que los dos nos damos cuenta de la conexión que acaba de crearse.
Mis acciones de repente no son coherentes con mi razonamiento. Ambos apoyamos nuestra cabeza en la del otro y nos trasladamos con los ojos cerrados a otro mundo, a otro lugar donde nada más que nosotros importa, donde podemos tener nuestro propio baile, ajenos al resto de seres que vuelven a rodearnos, ajenos incluso a la música que nos acompaña...



Todo da vueltas. Sigue dando vueltas.

Pero ya no importa.

Nuestras manos crean círculos en el aire. Nuestros pies siguen los del otro, justo enfrente. El contacto de nuestros labios es frío, pero aliviador por dentro. La distancia que nos separa es de apenas unos milímetros.
Es un idilio que no quiero que pare. Que desearía que continuase, como un loop, con la diferencia de que jamás me cansaría de esta sensación, para toda la eternidad.


Pero al fin llega el fin de la ilusión. Él también lo sabe, que debe marcharse por donde ha venido...
Antes de irse y perderse entre la gente, nuestros ojos se buscan por última vez, y de nuevo, la conexión hace su efecto: ambos sabemos que no será la última vez que nos encontremos.
¿Para qué están los sueños si no?

Poco a poco, nuestro cuerpos van separándose, hasta que sólo se tocan nuestros dedos, y ya por fin dejo de notar su piel.
Con cada paso que se aleja, dejo de sentir su presencia. Con los últimos versos de la canción, cierro los ojos...




Mi mente aterriza en el mundo real. Despierto poco a poco, comienzo mi rutina, mi ducha de agua caliente, mi ligero desayuno, el trayecto a los lugares que escriben la historia de mi día a día...
No querría que fuese así, pero puede que todo ello me haga olvidar los detalles de mi contacto con la irrealidad, la inspiración y la felicidad momentánea...
Aun así, estoy totalmente seguro, y sigo notándolo dentro de mí: la sensación se queda una vez originada.

En principio, sólo espero plasmarlo en mi arte. Pero si los sueños pudiesen hacerse realidad, y posiblemente podrían hacerlo con sólo dar el paso decisivo, podré seguir creyendo que esa no es la última vez en la que nuestros caminos se cruzarán.

El cielo se va iluminando con los tempranos rayos del sol, y me despierto del todo contemplando el paisaje desde el tren. La música suena desde mis cascos, fluyendo también en mi sangre... y sólo espero que pueda sobrevivir al día que me espera para poder contarlo.

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